viernes, 18 de abril de 2008


El odio de Freyja

Moriremos al fin,
con la mandrágora;
esclavos de nuestros propios pecados,
de nuestros propios deseos,
sin sudores,
sin alicientes.
Serán los roedores, las polillas,
quienes se alimenten de nuestros desechos;
ese día podremos darnos por completos.
Pues bien, las parábolas se insectifican,
y no calmaremos nuestros clamores
más que en la tortura.
Y aquí está lo verdaderamente hermoso.
¿Para qué estirar la alucinación?,
¿con qué objeto?
Callemos, pues, toda fortaleza,
toda firmeza,
allí donde los pies se alzan en vano.
Hagamos votos de cadáver,
congelémonos para siempre,
y despertemos, ayer que pudimos,
hoy es demasiado tarde.

[Poema propio]