miércoles, 14 de marzo de 2012


Hasta la vista, don Gato


Fuimos los primeros bateristas punk en una ciudad acostumbrada al rock nacional, al rock popero. Cada uno con su característica: él con la fuerza y la furia, yo tomándome demasiado en serio aquello de que cualquiera puede tocar un instrumento. Él fue el primero, con Sin Sentido; más tarde llegué yo, con Cráneo Negro (por entonces con C, hoy con K). Eso fue en el ’99, 2000. Rara vez hemos compartido escenario (si mi memoria no falla fueron dos), pero recuerdo pasar tardes enteras tocando la batería en su casa, en una habitación a medio construir y con platillos derruidos a palazos. Aunque enteramente autodidacta, era mucho más ducho que yo. ¡Si habré intentado imitarle esos ritmos de jazz que solía tocar! Con un poco más de dedicación se hubiera convertido en un gran baterista, por ductilidad, independencia en manos y pies, facilidad para aprehender ritmos y técnicas, imaginación y potencia. Pero dejó la música mucho antes que yo. Claudio Arregui, su nombre. El Gato.
Con él fueron mis primeras salidas. Y mis primeras alcoholizadas. Teníamos la costumbre de tomar vodka con menta. De esto hace más de una década. Desde entonces no puedo tomar ni vodka ni menta. Algunos años más tarde supimos vivir juntos, en la casa del Centro de Estudiantes Casarense, en Tolosa, La Plata. Compartíamos habitación. Allí me enseñó los primeros acordes en guitarra. Vivía desafinándosela. Protestaría a escondidas, nunca me dijo nada. Un día se le ocurrió llevar una perra, una cachorrita callejera. Serena para todo el mundo, Pelota para mí. Pelota dormía a mis pies en la cama y fue el despertador más eficaz que he tenido (el único eficaz): como si supiese a qué hora tenía que levantarme, iba y me lamía la cara hasta que me despertaba. ¡Cómo defendimos su estadía! Pero finalmente los quisquillosos triunfaron y se la tuvo que llevar a Carlos Casares. De aquellos años datan nuestras mejores anécdotas, la mayoría inconfesables. El Gato las habrá recordado en algún momento, supongo. Con el pasar del tiempo dejamos de frecuentarnos, él volvió a Casares, yo seguí en La Plata. Ya no sería lo mismo; pasamos de amigos a meros conocidos. Pero todo lo que uno ha vivido deja su marca, su huella. Y esta no es la excepción.
El Gato era un tipo avispado, inteligente, pero al mismo tiempo duro, recio. Un tipo sin pelos en la lengua, de sangre caliente, aunque frío en sus modos. No era un tipo fácil. Con él no se jodía. Todavía recuerdo la noche en que me propinó la trompada mejor puesta que me han dado en mi vida (la recuerdo sólo por reconstrucciones; por mucho tiempo creí que me la había puesto unas cinco cuadras atrás del lugar en que realmente fue). Me lo merecía. Para mí siempre fue una suerte de rebelde sin causa o un Walker Texas Ranger. Lo dicho, un duro. Parecía de esos tipos a los que nada puede afectarlos; qué sé yo, tal vez eran mambos míos. Pero era muy convincente. De lo que cualquiera puede estar seguro es que, loco y todo, era un buen tipo, de esos que ya van quedando pocos.
El destino, Dios, el Demonio o quién sabe qué quiso cortar su vida. Así, de golpe. Con apenas 28 años. Fue víctima de la maldición de Carlos Casares. Aunque ateo hasta la médula, empiezo a creer en ella. Ya no sé cuántos pibes han caído en accidentes automovilísticos o en cualquier otra circunstancia. Una triste y abultada estadística. Ser joven y de Carlos Casares parece peligroso. Esta vez le tocó al Gatito.
Cuando me enteré no podía creerlo, no quería creerlo. Busqué la una y mil vuelta, hice la una y mil pregunta esperando la posibilidad de un error, de una equivocación. Pero no; no había nada que lo desmintiera. La vida es así, o ninguna o todas juntas. ¿Quién no se acordará del Gato? La Banda del Verde seguramente no será de los que olvidan. Pero si de algo podemos estar seguros es de que, en este momento, debe estar demostrándole a San Pedro, a los ángeles, a Dios, al Diablo o a quién sea que con él no se jode. Es lo menos que se merecen.

P.S.: la tira fue realizada en la mañana del 14 de marzo de 2012, en unos 20 minutos. Su calidad deja mucho que desear y no es la mejor semblanza, pero es lo que salió.



1 Comentario:

Anónimo

Cuando me dieron la noticia rogué que otra vez sea un chiste como aquella vez hace unos cuantos años... pero esta vez era verdad... la puta madre... un abrazo adrian cesar... firma el segundo cantante de una banda punk en casares jaja